EL JICHI DEL RÍO PARAGUÁ
Me contaba mi padre Hermógenes Salas Pericena, profesor y benemérito de la patria, la historia del jichi del Paragua, y me decía:
Un dia que había vuelto de caceria desde el cerro- del cual nunca me olvido porque ese día traje mangaba y nos dimos un suculento atracate con tan deliciosa fruta, como antesala al churrasco de hurina paraguaceña en pacumuto, estabamos sentados alrededor de la fogata en el patio amplio, con fondo de un imponente monte alto, donde los cacres merodeaban la carne que estaba tendida para salar y secar al sol. Allí, cerca se escuchó el silvo del tordo y del matico colorido de rojo, naranja y negro encendido como escapado del fuego, dentro del follaje de la vegetación.
Cuenta mi padre que cierto día, mejor dicho, cierta vez, hace muchos años atrás , que en estos lugares, en el río Paraguá existía un jichi, que se llevaba a las peladas y aguateras que ivan al río. Se zambullía con ellas hasta el fondo de las aguas y nunca más aparecía.
¿Cómo era el jichi papá? interrumpio mi hermano, sentado en cuclillas, mientras atizaba el fuego.
El jichi era como una víbora con cola de punta de flecha, y cabeza con clines de caballo, y a la luz de la luna relucía su cabellera plateada. Su cabeza era como la de un potrillo, en sus ojos relanpagueaban luces azules como estrellas fulgurantes, y sus escamas eran de oro, algo verdosas de tanto estar en el agua y entre el dodazal en el fondo del río cuando está seco. Él es el que no deja que se seque el río, es el que abre todas las puertas de agua al río, en el fondo de la tierra.
Bueno pero la historia en verdad es así:
Cuenta la gente que en aquellos tiempos, todas las peladas paraguaceñas se iban a bañar al río, todas empelotas, es decir, desnudas, por lo que el jichi aprovechaba para observarla y mirarlas muy detenidamente.
Seguramente él se enamoró de la más bonita. Y siempre que ellas iban a bañarse. él se escondía entre algún tronco del río para mirarles y admirar su belleza ya que, sin ninguna vergüenza, ellas se bañaban sin ropa junto con sus hermanos más pequeños.
Un día de esos el jichi se le apareció a la pelada más bonita. El se dejó ver por ella enroscado en un tronco viejo que emergía sobre el agua. Su cabeza y parte del cuerpo estaban fuera del agua, y le miraba fijamente a la pelada con sus refulgurantes ojos azules. Ella se asustó un poco, pero más que eso quedo asombrada al ver una víbora con clines y cabeza de potrillo. Ella no terminaba de creer lo que veían sus ojos, entonces salió del agua para ver si aún quedaba alguna de las otras peladas, para llamarle y para que también vean a aquel extraño bicho que estaba enroscado en el palo, al parecer, inofensivamente.
Mas, sucedio que cuando ella volvio al lugar, encontró donde estaba enroscado el jichi a un simpático galán que le sonreía y le llamaba para que se acercara. Ella se quedo muda de asombro y esperó que el hombre saliera fuera del agua. Cuando el jichi se le acercó, ella escuchó una voz dulce, suave y sonora que le encantó y le enamoró a primera vista. Se digeron muchas cosas y se contaron cada uno sus historia personales. El joven la estrechó entre sus musculosos brazos y su pecho robusto semidesnudo. Estaba vestido de un pantalon blanco, y lo llevaba remangado por debajo de las rodillas.
El tiempo pasó sin ninguno de los dos se diera cuenta, tanto que ya el sol empezaba a caer detrás de los árboles, al otro lado de la barranca del río. Ambos se despidieron con sendos besos bañados de pasión y loco amor salvaje de paraguaceños, alegres y felices en sus años mozos.
Fue así que día tras día esos encuentros se fueron haciendo más asiduos, lo que dio lugar a comentarios por todo el pueblo sobre todo, entre las personas más cercanas, las peladas lavanderas, hasta que la noticia llego a la madre de la pelada que se llamaba Tororish, quien un día le preguntó a su hija:
¿Qué paó con vos? ¿Qué te has creído?¿Con quíen vas a encontrarte al río pelada coqueta?
La hija le contó toda la historia de cuando iba al río, se quedaba mirando al jichi que se convertía en un simpático galan con traje y corbata, reloj de oro y ojos azules, y que un día levantó su capa y zanbullendose le mostro en el fondo del río una ciudad maravillosa con luces de colores, donde el vivía, oro, plata y joyas muy caras, tesoros que le ofrecío si ella aceptaba casarse o unirse con él, a lo que la madre le dijo:
¡No me vengas con historias y ocho cuarto, pelada eporra!
Desde ahora no me vaj a salir, y le voy avisar a tu padre para que te de una cuera.
Fue así que la pelada estuvo más de un mes sin ir al río, solo miraba el camino, esperando que aparesca el elegante galan para llevarsela consigo. Pero viendo su padre que ella estaba con la mirada perdida en el tiempo y la distancia le dijo a su mujer:
¿Qué le pasa a Ñanquirita, que la veo media tristona?
Y ella le respondió:
Es que desde hace tiempo atrás me estuvo llegando tarde del río cuando se iva a lavar su ropa, y pense que seguro se estaba juntando con el pancho, el hijo los surubí, y vos sabes que mi tinca nunca a sido envano, ¿ Te acordas cuando lo mismo le sucedió a la Toya y no me equivoqué?
Si es verdad dijo el padre y termino diciendo.
Pero largala nomás por ahí encuentra un buen mozo y se casa, mira que ya tiene la edad de merecer y no le vamos a tener aqui para vestir santos.
Es tu gusto viejo, después no me echés la culpa si algo sucede.
la pelada habia escuchado la conversacion, quien echa la santita le dijo a su madre si podía ir al río al lavar ropa.
Ñanquira se puso tipoy floreado, se trenzó os cabellos con su jarichi de trapo y muy contenta se fue al río, estando ahi se baño y como siempre fue la última en terminar de lavar, espió donde siempre el jichi le aparecía, y allí estaba enroscado con una sonrisa de flor de piel. Muy contentos de verse nuevamente, se abrazaron cuando el jichi se transfiguró en elegante y simpático joven musculoso y muy bien vestido. Ella le contó lo sucedido y él dijo si quería irse con él a su ciudad encantada de la que tanto le había hablado y que un día le había mostrado.. Ela sinió con la cabeza, entonces el la tomo de la cintura, ella le abrazó por el cuello, y con sendas caricias y besos de amor se fueron introduciendo al agua, y a medida que el joven se sumergía, se iva convirtiendo denuevo en víbora plateada con cabeza de potrillo y crines plateadas, terminandose de zambullir entre burbujar de agua que salpicaban entre el remolino de los dos cuerpos que desaparecían para nunca jamás ser vistos hasta hoy.
Relato inicial:
Blas Salas Saucedo y Hermógenes Salas Pericena.
Interpretación y recreación:
Ismar Dilio Salas Dorado.
jajaja muy interesante tu relato Shirley, y mas o menos cuantos metros media el jichi o que es lo que decian acerca de su tamaño?
ResponderEliminar